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Adiós a la poesía: La guerra en curso de Leonor Silvestri

Prólogo a La guerra en curso

Por LM Hermoza

Despedir una ideología, una creencia, una fe, un género literario por el que se apostó por años, se luchó, se hirió y se resultó herido, tiene mucho de dolor. También representa el final de un proceso, el destino de un recorrido penoso, lleno de obstáculos. No falta, pues, la decepción ni su hermana la desilusión ni su prima mayor la tristeza. Es el camino de la auto-crítica: luego de desconfiar de todo, no queda otra que desconfiar de uno mismo si se quiere seguir desconfiando.

Este ejercicio puede parecer insensato, por duro, pero en especial por eludible y prescindible. Sin embargo, hacemos de los que lo ejecutan nuestros enemigos. La paradoja de odiar a quien realiza lo innecesario, a quién hace de ello su medio y/o modo de vida revela que no es tan innecesario en verdad. Esos espantajos se transforman en nuestro espejo, el espejo que evidencia nuestra frustración y cobardía, nuestras pocas agallas.

Leonor Silvestri hace varios años dijo adiós a la poesía, luego de ser una poeta de moda de la generación joven argentina y de pasearse por toda Latinoamérica leyendo sus textos en recitales, festivales y demás; conociendo poetas, intercambiando con ellos, queriendo a algunos, pero odiando a la mayoría; y sobre todo haciéndose odiar. Esto, en la efervescencia de “Poquita Fe”, aquel festival que constituyó el fenómeno más interesante de la poesía joven latinoamericana en la primera década de nuestro siglo.

Sin embargo, Silvestri, desde entonces ya comprometida con la palabra, la lucha feminista y de clases, poco a poco abandona la metáfora. Destino, el ensayo. Me lo dijo literalmente mientras trabajábamos la primera edición de la trilogía: dejo la poesía por el ensayo; medio de acción y vulgarización, que entendió más certero para sus fines. Dice que no escribió poesía desde entonces y que no escribirá más.

En el nuevo camino, sus referencias intelectuales dejaron paso a la formación de su propio discurso programático y su propia teoría: la de la mala víctima, por ejemplo, la de la discapacidad como catalizador del exterminio eugenésico también, y la discapacidad como condición de discriminación feminista. Daba, pues, nuevamente, un paso más allá de su compromiso; en este caso, con el feminismo, para revisarlo desde una perspectiva crítica. Si hay algo que no es Silvestri, es una fanática.

Despedirse de todo tiene otra consecuencia: quedarse sola es el destino de aquellas personas que no otorgan concesiones, que no ceden a traicionar sus principios como rector de la conducta. Una virtud, por lo demás, escasa en los ámbitos intelectuales, académicos y sus sectas dialécticas (de)pendientes siempre de financiamientos y subvenciones. Sabemos todos los que más o menos nos movemos por esos ambientes que la libertad de expresión, la íntegra, se paga con la pobreza y soledad: la marginación. Tendrían que morir esos insolentes para limpiar el patio de nuestra vergüenza; sin embargo, hay algunos y algunas que sobreviven precisamente por no traicionarse a sí mismas. La congruencia, la coherencia que persiste se recompensa con la admiración. Es lo que ha pasado con Silvestri: si produjese música, sería un DJ de culto. Nadie la menciona, no; pero en privado sus fanáticos le prenden velas.

El proceso de su primera abdicación pública puede leerse en la tetralogía La guerra en curso, publicación que recoge los libros de poesía escritos desde que el 2009 apareciera “El don de creer”. Esta reunión, constituye, pues, el testimonio de la renuncia de la poesía en pos de la acción vulgarizadora del programa de la autora. En sus páginas podemos notar el abandono progresivo de la metáfora para concentrarse en la transmisión directa. La sugerencia e insinuación no habitará más la palabra o la imagen en sí sino radicará en el proyecto social feminista que propone, y que toma forma con la lectura de cada volumen. Nos referimos a su programa feminista de unión ética y sincera sin correctismos.

La mutación es, pues, congruente, lógica, y por lo mismo no puede manifestarse de otra manera que no sea traumática y amarga.

En “El donde creer” somos testigos de una voz que ironiza y manifiesta a través de la imagen su crítica hacia, por ejemplo, la vida conyugal, o la indiferencia de la clase media y obrera, adormecida por el bienestar y su la felicidad efímera, que los revela dichosamente incapaces de suscitar el cambio social que la voz poética alienta. Más allá del discurso político que se entresaca de los versos, resulta claro que su invocación, Silvestri la realiza desde el bastión de la poesía.

La primera desilusión ante esta contemplación se ve alimentada por una segunda, la decepción hacia el mundo de la poesía que es la problemática que nos salta al leer el segundo volumen de la tetralogía, titulado “Guerra fría”. Se trata de una especie de road-movie en donde, sin abandonar el género poético, describe en medio de un viaje por Latinoamérica, frecuentando recitales y alojándose en hosteles para gringos con insolación, su desilusión frente a los jóvenes poetas inmóviles también, aunque esta vez por su egocentrismo. En este libro, la autora nos anuncia que el poeta resulta tan inútil como el obrero capitalista de “El don de creer” para acometer con el cambio social. Segunda decepción: un paso más hacia la abdicación.

Si bien en “Guerra fría” la tensión también se puede apreciar formalmente en la alternancia del verso con la prosa poética, con textos en prosa u otros que son especie de misivas, es a partir de “Amistad política”, tercer volumen de la tetralogía, cuando, una vez desembarazada del peso de sus dos primeras ilusiones: la metáfora y el mundo de la poesía, Silvestri comienza a definir su discurso de acción. Esta metamorfosis acontece paralelamente a la transformación del discurso que, al estar desprendido de la tortuosidad de las figuras poéticas, se hace mucho más claro y directo, oral y simple. La urgencia no es más la experiencia estética sino la transmisión del programa de ruptura con las convenciones de género a partir de la libertad que otorgan las alianzas afectivas y éticas, y la inversión de lo predispuesto socialmente.

Es de esta manera como llegamos a “Un medio para adoptar una posición”, volumen que finaliza la publicación y que remarca el mensaje que dormitaba en “El don de creer”, que exigía en “Guerra fría” y observábamos en gestación en “Amistad política”. En este último volumen, nos percatamos de la recurrencia de la pregunta: “¿a dónde vamos?” que, texto tras texto, la voz no termina de responder y parece dejar de lado para concentrarse en reconocer el tránsito: el yo, la voz se admite caminante, proveniente de algún lugar con destino indefinido: “camino”. Sin embargo, en este recorrido no se quiere reconocer sola y nos apela (o apela) con un también recurrente “caminemos”. De pronto, nos sentimos llamados a la aventura programática de su lucha por el cambio. Desde luego, se trata de un camino feminista, pero no por eso excluyente, pues el cambio que aboga “La guerra en curso”, el cambio de Silvestri es el de las relaciones éticas que trascienden la generalogía de un discurso único. No sabemos a dónde vamos (y quién lo puede saber), pero es mejor que lo hagamos juntos; desde luego, renovados tras la reinterpretación feminista de la existencia.

La abdicación de la poesía a la que hemos asistido leyendo “La guerra en curso” es la abjuración hacia una ruta común, la de la relectura de nuestra cosmovisión occidental unificadamente machista. Subyace, pues, en el discurso de la poesía de Silvestri la convicción de que la manera de transformar nuestra sociedad o reescribirla es partir de la reformulación de nuestra interacción con nuestro entorno que hasta el momento es de versión cristiana. No hay otra forma de cambiar y transformar que trascender nuestra visión del género que es la que guía nuestra interacción con el otro y con nuestro entorno.

En esta visión trascendente del ego, en esta visión trascendente de la dialéctica y la lógica, que va más allá de la retórica, no existe otra salida que renunciar. No es posible otro modo de avanzar que dejar atrás a nosotros mismo, y perdernos en el ejercicio. No es sorprendente, por tanto, que el próximo adiós con el que amenace Silvestri, sea el mero “Adiós al feminismo”. Híjole. ¡Yepa, yepa, yepa!


La guerra en curso
Leonor Silvestri
La Siega
Barcelona, 2019

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