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De "E.C.O.S" [Reinhard Huamán]

Sueño efímero

Aquella noche, el fuego se precipitaba desde el cielo. O eso parecía. Tenía los ojos hacia arriba, como si de helio estuviera lleno su interior. Las pupilas en perpetuo ascenso. Incandescentes. Ingrávidas. La vista fija en un único punto, retratando el incendio que caía como fina lluvia en abril. Pero no era abril, por supuesto. Hacía frío, aunque no lo tengo claro. La calma entera se encabritaba en la silueta de un caballo enorme. Era el más hermoso de todos los equinos. Círculo ignífero. Corcel brioso y enfurecido. Presa de la enajenación y del discernimiento. La inmolación del sueño frente a la pérfida razón. Ese despertar que reubica las cosas en un orden ajeno al nuestro. Ajeno a nosotros mismos. La clasificación y petrificación de la materia. Realidad. Recordar un sueño es destruirlo; interpretar un sueño es traicionarlo. Nombrar es profanar. Los ojos no tienen memoria. Los ojos no tienen remordimiento. Los ojos no tienen opción. Arder es otra manera de encontrarse. El fuego era la noche oscura descalabrándose en mis ojos. En los tuyos. En los de cada uno de ellos y en los de todos nosotros. A lo lejos, el estertor de mi propio cuerpo indicaba lo contrario. Al otro lado, yo dormía plácidamente sin fuego a mi alrededor. O eso fue lo que deduje a partir de mi respiración, pausada y superficial. A los muertos por fuego el Sueño los redime. A los muertos por sueño el Fuego los persigue. Los perros solo ladran a los que nunca han muerto. A los que se les ha apagado el fuego por completo. A los que miran con los ojos y no desde los ojos. A los que tienen las pupilas apuntando siempre al centro y desoyen el contexto. Llegado el momento, el firmamento se partía en dos y de a pocos se resquebrajaba en su totalidad. Las campanas se desgañitaban. O eso fue lo que creí entrever a la distancia. La esfera cobraba forma. El paisaje perdía sus ángulos, se curvaban los fragmentos. El caballo flamígero se empinaba, ensanchaba el abdomen a medida que bufaba. Cubría todo el vacío, pese a que de ello no estoy nada seguro. En aquel Sueño, el Fuego de arriba y el fuego de abajo eran uno y el mismo, como tú y yo. El infinito.

"Sueño efímero" leído y musicalizado por el autor.

Arcadia personal

hay lugares de los que uno nunca vuelve
escenarios donde la física es
con suerte un anagrama
o la salida en falso
de una prodigiosa carrera
La nomenclatura de lo transitorio
desvanecida la frontera
entre planos vectores alegorías

coordenadas
que dividen y fragmentan
hasta hacer de nosotros una ilegible
unidad de medida
inútil en tanto absurda
  una cáscara rígida sin geometría
en busca de sosiego y consistencia

por alguna extraña manera
uno evita marcharse de sitios como aquellos
Deambulamos extraviados por ciertos intervalos
en los que es imposible discernir
la entrada o la salida
al ver una puerta abierta

la falta de perspectiva
  se adhiere a la retina
la inhibe lentamente
poblando de fantasmas el futuro
un doble párpado
que inocula desconfianza hacia la luz
y sus ondulaciones

latitudes        espejismos,
o tal vez un cúmulo de decisiones aplazadas
El temor a no volver / a romper el vínculo
genera una retahíla de ilusiones
sensaciones que ya no nos pertenecen
los escombros de todas las edades muertas
en las que vivimos o dejamos de vivir

entornos tan extensos y lejanos
que colindan en el tiempo
desplegados a lo largo de una antigua cartografía
más allá de lo que nuestra voluntad alcance
o a dondequiera que el impulso nos guíe
una arquitectura que se construye solo desde dentro
Allí de donde nunca nadie ha vuelto siendo el mismo

E.C.O.S
Reinhard Huamán
Alzira
2019

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